Sólo una cosa era clara, ese verano, a pesar de ser incierto el lugar, debíamos salir de la
capital. Mucho nos habían hablado de esos lares y así nos aventuramos. Un grupo se fue en auto, nosotros con mi compañero nos fuimos haciendo dedo en una cálida y oscura noche de verano. Dormimos en una carretera repleta de estrellas, a la luz de un par de deseos que fueron tomando forma cuando más y más nos acercábamos. De pronto fue que llegamos: Pichilemu nos daba la bienvenida, nos recibía como a viejos amigos, no como a extraños.
Luis Labbé Cid, año 2009.